sábado, 1 de diciembre de 2018

Mediación para la concordia social I

Nuestra sociedad vive en una constante alteración. En lo político pero sobre todo en lo social, en lo comunitario, los conflictos que son propios de cualquier convivencia se tornan agrios y derivan en enfrentamientos cuando no existe la capacidad de gestionarlos, si es posible, o de resolverlos de una forma en que todos los involucrados se queden tranquilos. 

El objetivo de esta serie de entradas será exponer algunas ideas acerca de cómo la mediación puede servir en la tarea de concordia y pacificación social. No como medida única, sino como parte de una política pública, contribuyendo en dos sentidos: primero, ayudando a reducir las confrontaciones; segundo, formando en la población una práctica de diálogo y convivencia. 

Para tal fin, en esta primera publicación expondré brevemente qué es la mediación. Esta consiste de una negociación entre las partes de un conflicto en la que el diálogo es facilitado por un tercero neutral, que les ayuda a precisar sus necesidades, definir los puntos comunes y los enfrentados, así como a generar propuestas de arreglo y, en su caso, a redactar el acuerdo final. Ese tercero no hace propuestas de arreglo.

A quien facilita la mediación se le llama mediador. Es un término muy adecuado porque tiene una doble evocación, por un lado recuerda que se encuentra entre las partes, esto es, que no integra alguna de ellas; y por otro hace patente que es un medio, un instrumento, para conseguir algo.

Afirmar que el objetivo de una mediación es conseguir el acuerdo es decir mucho, pero puede pecar de generalidad. Cierto, las partes que tienen un problema y deciden o deben resolverlo con la ayuda de una tercera persona quieren, o al menos eso se supone, llegar a un acuerdo. Pero si bien este puede ser el fin último de la mediación en ciertos contextos o visiones, me parece que en realidad el objetivo debe ser desarrollar entre los contendientes habilidades para el diálogo constructivo. 

Esto es acorde con lo que expondré en las siguientes entradas, el desarrollo de habilidades para el tipo de diálogo del que hablo implica un efecto pacificador en la sociedad, ya que supone la construcción de una sociedad que no vea el conflicto como algo negativo, ni el enfrentamiento como la única forma de resolverlo.

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